Pasa todos los años. Se percibe la idea de que las películas anteriores fueron mejores. Pero, esta vez, no hay dudas. La camada 2018-19 es muy floja. Si se la compara con las del año pasado, había por lo menos cuatro títulos de altura (Dunkerque, La forma del agua, Phantom Thread y Three Billboards Outside Ebbing, Missouri). Ahora, solo Roma se destaca realmente. El resto son películas más bien del montón, lejos de ser obras que podrían aspirar a cosas grandes.
Los Oscar no marcan el ritmo del cine. Que las nominadas a mejor película no hayan sido buenas no dice nada, simplemente que Hollywood quizás tiene errado el foco (si se mira a otras categorías, como mejor film de habla no inglesa (Cold War, Un asunto de familia) documentales (Free Solo, Minding the Gap) y animación (Isla de perros) la cuestión cambia muchísimo).
Acá va un repaso -casi dolorosa- de todas las nominadas a mejor film.
Roma, Alfonso Cuarón. Es muy fácil percibir cuando un director se dispone a ejecutar su obra maestra, su pieza que lo representaría en el cielo. En Roma, Cuarón se dispone a hacer las cosas a la grande. No por el presupuesto (que seguramente haya sido bastante), por el casting o por el medio de reproducción (Netflix, claro). Si no por su idea de representar una idea desde una mirada riesgosa. De imponer un estilo apuntado a lo bello, lo estéticamente diferente, lo distinto. De ser ambicioso. Roma es una pintura de la vida, un fresco de lo triste y desgarrador. Desde el punto de vista de Cleo, la chica del servicio doméstico que hace un poco de mamá y otro de cuidadora en una familia de clase media alta mexicana, el mundo se ve extraño y desolador. Casi inexplicable. Esta película es la mezcla perfecta entre la magia del cine basada en la estética del ojo privilegiado y la historia que pega duro y con armas nobles.
La favorita, Yorgos Lanthimos. Quedó a mitad de camino. Esta película es una exquisita pieza del mundo de la monarquía. Pero no mucho más. Salvo por la idea de que los hombres quedan reducidos a nada -en una época en el que las reglas eran otras-, la historia no se anima. La disputa del poder se vuelve tensa, excitante y muy llamativa pero casi nada sorprendente.
No es fácil exhibir en el cine el mundo de los reyes desde un punto de vista original. Lanthimos, con esa idea de contar por capítulos, con secuencias que se van cortando con diferentes tonalidades (de manera brusca, fundido en negro, con diálogo, etc), lo hace bien. Pero, al final, todo resulta bastante conservador.
A Star is Born, Bradley Cooper. Tiene realmente buenos momentos esta historia, especialmente al comienzo, cuando el guión va describiendo las heridas de un cantante con demasiado dolor encima que conoce a una chica llena de talento y potencial. Llena de luz para su mundo oscuro. Lady Gaga es increíble, mucho mejor que él. La música es buenísima, tiene grandes temas que se interpretan con pasión y lucidez. A medida que avanza la trama, el foco se va volviendo demasiado obvio y un poco sentimentalista.
Green Book, Peter Farrelly. Debe haber pocas películas con más características de Oscar como esta. Lo tiene todo: la cuestión racial, sexual, la discriminación, los grandes actores. La historia está bien contada, tiene momentos divertidos, estimulantes. Pero el guión es una papita. Previsible, va recorriendo todos los caminos que un espectador más o menos avezado imagina que podría pasar en una película convencional. El final termina lastimando un poco de lo ‘amable’ que es.
Infiltrado en el kkklan, Spike Lee. Quizás, si todo el relato se hubiera tomado más como un chiste que otra cosa, el efecto hubiera sido otro. Pero, la verdad, a Spike Lee le faltó un toque de sutileza para plantear esta historia. Todo resulta demasiado adoctrinador, poco pensado…hasta caprichoso. Muy lejos del talento callejero de ‘Do the Right Thing’, una película que decía todo en las acciones, no necesitaba nada más.
Vice, Adam McKay. Ay, perdió un poco de toque McKay. Porque The Big Short, su última película, tenía un toque de frescura bastante excepcional, una manera de contar que tiraba hacia lo -más o menos- innovador, dinámico, a puro ritmo. En Vice, la historia de Dick Cheney, apuesta por las mismas fórmulas. Pero le falta picante a este relato. Quizás es porque los personajes tienen menos carisma que los apostadores de The Big Short. Por otro lado, el tono de la historia se siente demasiado liviana. Pretende ser dura. Y lo es. ¿Pero qué más fácil que ser duro con Cheney en el año 2019? Era un film para el 2004.
Bohemian Rhapsody, Bryan Singer. Hay dos maneras de contar biopics como esta. Una, la forma más bien lineal que va desarrollando cronológicamente los hechos. Sin grandes complejidades, dándole a los protagonistas y a los eventos todo el peso de la película. Otra, arriesgando un poco más. Retratando un personaje o una banda desde un punto de vista menos convencional pero más arriesgado. Deteniéndose en el verdadero ser de los protagonistas.
Bohemian Rhapsody va a la segura. Cuenta la vida de Freddy Mercury casi como un manual de secundario. En 1985 pasó tal cosa, en 1990 pasó tal otra. El relato tiene algunos momentos buenos, pero casi todo está basado en esta idea chata de contar.
A la larga, la sensación es que no se termina de conocer la verdadera esencia de Mercury. Solo se sabe las cosas que le fueron pasando en la vida.
Black Phanter, Ryan Coogler. Esta película fue nominada entre las mejores del año en los Oscar. La única razón que le encuentro: como los personajes son todos negros y a la Academia le encanta quedar bien…ahí lo tienen. El film es realmente malo. Un poco tiene que ver con el género (¡ay, los superhéroes! Ver una película de Marvel es como presenciar un día de producción en una fábrica de churros) y otro por la falta de inspiración del director. No hay ni una secuencia buena de acción en las más de dos horas. Eso lo dice todo. Después, claro, una serie gigante de sinsentidos, giros aburridos y previsibles…en fin, más de lo mismo.