Una teoría sobre los hombres y las mujeres rusas

Los pómulos más bien marcados. La nariz fina, aguileña. Ojos brillosos, casi siempre claros. Las piernas largas y el pelo lacio, interminable. Flacas. Sin grandes curvas. Mayoría de rubias, algo de morochas y de vez en cuando alguna colorada. En Moscú, parece que estuvieran a punto de llegar al casamiento de su mejor amiga, como si fuera el último día. Pero no. Es una jornada normal para ellas. Zapatos de taco ultra finos. Vestido algo apretado o pantalones con camisas. Carteras de todo tipo. Maquillaje, siempre, pero no exagerado, más bien fino y sutil, solo para remarcar algunos detalles de la cara, especialmente el color de los ojos. Todo combina. Todo se percibe muy pensado. Todo luce perfecto. Llaman mucho la atención.

Grandotes, casi todos con panza. Altos pero de una extraña uniformidad. El ancho de la espalda es casi el mismo que el de las piernas, no hay mucha diferencia. Cabeza casi cuadrada. Pelo cortado a máquina, muy simple. Usan chancletas (algunos, con medias). Bermuda de jean y remera de algodón corta, como si quedara chica o se usara hace mucho tiempo. Los hombres de Moscú no parecen estar preocupados por estar a la altura de las mujeres.

En Moscú (aunque probablemente en toda Rusia), hay una sociedad partida por la belleza. Es una quebradura de género, en realidad. Las mujeres son realmente muy lindas, se preocupan por estar arregladas y viven pendientes de la estética. A simple vista, las peluquerías están siempre repletas. Las casas de maquillajes, también. Los aromas de perfumes se mezclan por las calles de la capital rusa, entre transpiración de hinchas que hace mucho tiempo que están saltando en la calle. Y los hombres, en cambio, representan lo contrario: el descuido absoluto.

Olga, una rusa de 45 años que trabaja en las Naciones Unidas y habla un perfecto inglés, tiene una teoría sobre la evidente diferencia de belleza entre hombres y mujeres. Mientras Suiza le gana a Serbia y ella -como tantos otros rusos que no tienen mucha idea de fútbol- hace que se emociona por el gol de Shaqiri, desliza su ‘tesis’. “Bueno, esto es una opinión mía, eh”, aclara, cuidadosa.

“Parece increíble, pero se trata de una cuestión de densidad poblacional. En Rusia, hay muchas más mujeres que hombres”. Un dato que es correcto. Según el censo nacional realizado en el 2016, la población femenina fue del 53,53%, contra 46,47% de hombres. Esto quiere decir que, en una pobación de 143.990.000 habitantes, hay casi diez millones más de mujeres que hombres (en Alemania, Austria o Japón, por ejemplo, nacen 100 mujeres por cada 96 hombres, mientras que en Rusia por cada 100 mujeres nacen 88 hombres).

Olga, con educación universitaria y mucho mundo encima, sigue su teoría: “La competencia para las mujeres es mucho más grande. Los hombres, en cambio, tienen otro panorama. Las pretensiones de lo que se espera de él son mucho más bajas. Además, la esperanza de vida media de los hombres en Rusia es menor que la de las mujeres”. Según el mismo censo, la expectativa de vida para ellos es de 58,8-60 años frente a 72-75. “Los hombres sienten que no tienen que hacer nada”, comenta Olga. Y agrega: “Ocurre que muchas mujeres rusas se ‘desesperan’ por casarse y formar una familia”.

Pero el Mundial cambia vidas. Olga comenta que durante estos días las mujeres rusas están felices. Ella misma lo confiesa: “Es lindo ver hombres arreglados, que no se la pasan tomando alcohol, que se cuidan, que no tienen barriga, que no tienen otra mirada de lo femenino”.

Bajo la historia de un país más bien cerrado y con costumbres de ‘puerta hacia adentro’ (según un estudio del Centro de Investigación de la Opinión Pública de Toda Rusia, casi la mitad de la población opta pasar sus vacaciones mirando TV en su casa), las mujeres rusas lucen alegres por el contexto. Miran mucho. Les llama la atención el hombre diferente, los rasgos distintos, la forma de vestir algo más cuidada (en otro bar del centro de Moscú, dos chicas locales le dicen a dos ingleses que a las rusas les gustan mucho los británicos).

Se acercan a la calle de las luces, en Moscú, y caminan con curiosidad feliz. Se sacan fotos y filman videos. Hablan con los extranjeros como pueden. Los mexicanos no lo pueden creer. Los argentinos tampoco. Acostumbrados a perder en bares del D.F. o Buenos Aires, ahora se ven casi sin querer con mujeres que en sus países podrían estar entre las más bellas. Ellas son las que se acercan a hablar.

Para las rusas, es su tiempo de revancha. Los rusos, por ahora, no cambiaron el chip. Siguen con sus bermudas y chancletas.

(#Publicado en Goal.com)