Buenos Aires, tres semanas después

Tres semanas después de estar afuera, Buenos Aires:

Una camioneta 4×4 estacionada sobre la rampa de accesos para discapacitados. Un hombre con andador pretende subir pero, como le queda poco espacio libre, le cuesta. Choca con la parte baja del cemento que da a la calle. Lo intenta un par de veces. Lo logra. Arrastra en el zapato derecho un pedazo de caca. No se da cuenta. En el vehículo, en el asiento del acompañante, un hombre de unos 40 años habla con su celular. No parece enterado de nada de lo que pasa alrededor.

Calor, mucho calor

Una nena de unos diez años acompaña a su papá colectivero, un pelado de la línea 15. Se para justo al lado, se agarra como puede para mantener el equilibrio, aunque él -sin cinturón puesto- va despacio. Cuando sube un pasajero, ella aprieta el botón que indica el precio del viaje. Mientras él maneja, ella le habla sin parar. Comen un paquete de papas fritas mientras esperan que pase el tren y se levante la barrera.

Un colectivero deja pasar a una chica que se quedó sin crédito en la SUBE.

Un tipo esposado en una esquina, rodeado de policías.

Un viejo maneja sin cinturón, fuma y habla por celular. No deja pasar a los que esperan por cruzar la calle.

Unos pibes apuestan por el partido de Boca-River de la Supercopa. En una plazoleta, toman cerveza. A los gritos, aunque sea domingo y casi todo el barrio duerma. “Si gana Boca, te trabajo una semana gratis”. “¡Ohhhhhhhhhhhhhhh, guachooooooo!”.

Demasiada basura, demasiado ruido.

Los colectivos de la misma línea vienen todos juntos. Cuatro o cinco en la misma cuadra. Después de esa tanda, nada por 20 o 25 minutos.

Una nena de unos nueve años toca todos los botones de un portero eléctrico de un edificio de Belgrano. A medida que los vecinos atienden, tira la pregunta: “¿Tiene zapatillas o ropa para regalar?”. Nadie le contesta, sólo cuelgan.

Una señora que trabaja en una panadería le pregunta a uno de sus clientes cómo está.

Perros, perros por todos lados.

Después de comprar unos Marlboro, un vecino se queda hablando más de 30 minutos con el kiosquero de la esquina. De fútbol, más que nada.