The Handmaid’s Tale: lo escalofriante de lo que no está tan lejos

Estaban transpiradas, algo desarregladas, cansadas. Con calzas, musculosas, ropa deportiva, terminaron de correr y se metieron en una cafetería. El encargado que estaba en la barra las miró con desprecio. Y no tuvo miedo en echarlas: “¡Salgan de acá, rameras!”.

La primera reacción de Moira y June fue la de quien no entiende qué está pasando. “Este tipo está loco”, se dijeron. “¿Qué le pasa a este flaco?”. “Disculpame, ¿quién es tu gerente?”, se animaron a preguntar. Pero, al final, lo dejaron pasar. Se fueron con la idea de que no era más que un caso aislado, que no se iba a volver a repetir.

Unos meses después, el mundo estaba dado vuelta.

Como ya lo viene haciendo la brillante Black Mirror, The Handmaid’s Tale, una serie que barrió con los premios Emmy 2017 con bastante justicia, juega con la idea de una distopía que, en realidad, no suena tan lejana. Improbable, sí, pero con muchos costados que se tocan con la realidad de una sociedad que va tomando matices cada vez más extremos. Ese efecto produce una atracción difícil de explicar. Escalofriante pero atractiva. Morbosa pero imposible de dejar. Sufrida pero con toques reconfortantes.

Basada en la novela de Margaret Atwood, de 1985, la serie fue publicada en Hulu, tuvo diez capítulos de alrededor de una hora y ya tiene una segunda temporada asegurada en el 2018. Lo merece.

Por la contaminación y algunas enfermedades de transmisión sexual (algo que no se termina de explicar ni queda muy claro), las mujeres ya no pueden tener hijos. Sólo queda un selecto grupo que es secuestrado por el gobierno de Gilead, que generó una guerra civil…y la ganó. Estas mujeres que todavía pueden quedar embarazadas son las “Handmaid’s”.

Chicas a las que sólo les queda sobrevivir.

El punto de vista está puesto desde la mirada de June (Elisabeth Moss, la fantástica Peggy de Mad Men), una mamá desarraigada, dominada, pero también dispuesta a romper con todo.  El relato le da lugar a la voz interior del personaje principal, un detalle que hace muy divertido todo.

El mundo es perverso. Hay brutales violaciones, castigos inhumanos, líderes convencidos de que el único camino es el de la segregación. Y hay algunos que se revelan, un grupo que no teme arriesgar su vida.

El toque de The Handmaid’s Tale está puesto en los paralelismos. En lo que pasó (con evidentes referencias al nazismo), lo que pasa (con construcciones de muros, degradación a las mujeres en diferentes aspectos y con fuerzas de seguridad que exceden sus límites para pasar a ser una fuerza de inseguridad) y lo que pasará (el morbo se genera todo el tiempo, la pregunta es inevitable: ¿cuánto falta para llegar a ese loco modo de vida?).

Esa idea constante de la distopía que se acerca perturba. Pero también seduce. The Handmaid’s Tale es eso. Una agresiva pero lúcida manera de mostrar que no hay nada que no pueda pasar. Porque hay muchas Moira y June que salen del café pensando que el mesero está loco…