Ozark: la vida después de la muerte

Arrodillado, vencido, cerró los ojos y esperó el momento de su muerte. Game over. Pero, quizás porque su cabeza va demasiado rápido, porque sus pensamientos no se apagaron, porque la velocidad no lo abandonó, pudo resetear el juego. Con una pistola apoyada sobre su cabeza, se le ocurrió una idea -delirante- de hacerle recuperar la plata que su socio le había hecho perder a un grupo de narcotraficantes mexicanos.

El plan es una improvisación, una inspiración de un par de segundos que le valió dos o tres créditos más. Pero Marty Bride lo tiene muy claro. A partir de ese momento, todo es gratis. Es la vida después de la muerte.

Ozark, una de las incontables series que publicó Netflix en el 2017, es una especie de grandes éxitos de los últimos años. Tiene algo de Los Soprano, quizás, pero mucho especialmente de Breaking Bad cuando muestra a un “hombre común” metido en un ‘trabajo’ completamente anormal: lavar plata para un cartel. La apuesta, de menor jerarquía que la serie creada por Vince Gilligan, resuelve bien muchas cosas y regala un producto de entretenimiento, pochoclero, pero de buena calidad.

Lo mejor de la serie es que el personaje principal, Marty (Jason Bateman, muy bueno), estuvo tan cerca de la muerte que, ahora, en su segunda vida, todo le da un poco igual. Entonces, actúa como si no hubiera mañana, no tiene filtro. Mucho menos con su mujer (Laura Linney, excelente), a la que, después de que le descubriera algunos secretos, no le perdona casi nada. A sus hijos les habla de otra manera, los ve con otros ojos.

El relato se traslada a un pueblo (Ozark), oscuro, triste, algo abandonado, salvo por dos o tres meses del verano en el que los ricos de Chicago llegan con sus lanchas e invaden el lago.

Como los buenos relatos, los personajes se transforman. Lo que al principio se describe como una pareja tipo de Estados Unidos, termina en una relación casi de negocios. El tiempo pasa, los sentimientos quedan de lado y sobran las crueldades. Pero ya no hay mentiras.

El mejor capítulo probablemente sea el 8, cuando el relato se permite hacer un flashback y darle razones a las acciones: después de un comienzo de temporada demasiado apurado que no dio casi nada de contexto, la historia muestra cómo y por qué las piezas terminaron en cada lugar.

Salvo algunas situaciones demasiado predecibles, la serie es de buen nivel. Alrededor de la familia giran personajes interesantes e historias paralelas atractivas que contribuyen a formar el mundo Ozark mucho más complejo y completo.

De diez capítulos, la serie ya tiene confirmada su segunda temporada para el 2018. Gracias a la idea de apuntar hacia el desarrollo de los personajes sobre las acciones (es decir, personas que van cambiando su forma de ser a medida que pasan cosas), la sensación es que el relato tiene futuro. Todavía queda historia para contar en Ozark. Teniendo en cuenta su contexto (publicada en el océano Netflix, con cada vez más y peores peces), no podría recibir mejor elogio.