A Max la dejan ser parte del grupo. Sólo para escuchar. Ella se sienta ahí, entre los más grandes, y presta atención a lo que se dice. Le gusta. Como los adultos tienen varias copas encima, se habla como si por ahí no hubiera una adolescente en el medio. Sin filtro. En algún momento de la conversación, cuando la noche parece que está por terminar, ella se pone a llorar. Ya no aguanta más. Vulnerable, se desploma. “Me pasé los últimos dos años fumando porros, besando chicos y haciendo nada. Ahora no puedo entrar a una universidad, no tengo buenas notas y mi vida será un desastre. Estoy perdida, no sé qué hacer”, reclama. “Max”, le dice la mejor amiga de su mamá: “Todos estamos perdidos. Nadie de nosotros sabe bien qué hacer”. Y ella sonríe con timidez.
Hay momentos de las buenas obras que quedan en la memoria para siempre. En esta secuencia de Better Things, una de las dos series presentadas por Louis C.K. en el 2016 (la otra, Horace and Pete, es de jerarquía superior), se percibe sensibilidad, calidad para pintar el momento en el que una chica mira para atrás y se da cuenta que hizo todo mal con una angustia existencial que aprieta. Y la mamá la mira con una impotencia afectiva y dolorosa. Es la vida en tres minutos.
Hay series que sólo tienen momentitos. Otras, secuencias mágicas que quedan para siempre. Las más virtuosas son una recopilación de situaciones inolvidables, por uno u otro motivo.
Better Things tiene mucho más de la segunda que la primera característica. Que no es nada poco.
Sam (Pamela Adlon, quien justamente hace de ‘Pam’ en Louie) es la madre coraje. Tiene un poco más de 40 años, separada, se enfrenta todos los días a trabajar de actriz y tres hijas (Max, una adolescente en su esplendor, con gritos, llantos y altibajos, Frankie, una preadolescente sensible y avanzada a las chicas de su edad desde el costado intelectual, y Duke, una nena de no más de ocho que todavía representa lo bueno de la infancia). Combate con la idea de ser una mamá ‘cool’ en un mundo que parece ir para otro lado: la sociedad no está hecha para madres solteras.
¡Pero a Sam no le importa! ¡Sam te pasa por arriba con esa voz rasposa! ¡Sam te liquida con su honestidad! ¡Con Sam no se juega! ¡Sam le dice a su hija que no quiere escuchar sobre los porros que fuma, que eso se lo guarde para ella!
Porque la serie no habla de la madre que pierde su individualidad y pretende demostrar que por sus hijas es algo que vale la pena. Los motivos y las reacciones de Sam son diferentes.
La serie, de FX, tiene un ritmo ágil (los capítulos son de 20 minutos) y puede parecer más bien liviana, pero el tiempo actúa a su favor.
Sam casi no le habla a Max. Simplemente la lleva a comprar ropa. La pone frente a un espejo. Le elige un saco negro, pantalones del mismo color y una camisa blanca. Y le hace levantar la vista. La adolescente, que la noche anterior había llorado con dolor, ahora se ve con esperanza. Ahí, en el espejo, ve a una mujer que puede ser profesional, que se puede desarrollar, que puede cumplir sus sueños. La mamá no necesita decir más nada.
En Better Things, las secuencias íntimas y reales, mágicas no dejan de aparecer casi nunca.