Es juramento: el 2017 no se me va a escapar como el 2016. Mejores y más lecturas. Sin tregua.
Acá, lo mejor que leí en el año:
Viajero solitario, Jack Kerouac. 2014: En el camino. 2015: Big Sur. 2016: otra joya imperdible. Mientras este muchacho siga sin soltarme la mano, prometo leer toda su bibliografía. Lo espectacular de este libro es la introspección del autor. Es conocerlo de verdad, porque en estas crónicas/ensayos/pensamientos, Kerouac admite que, sí, a veces hace de vagabundo, viaja en trenes horribles, se emborracha con gente mala y juega al borde del peligro, pero todo lo hace como un medio, porque su esencia es la de ser escritor y no hay nada más importante que eso. Es la inconsciencia del escritor que entiende y admite que lo que hace lo necesita para tener su toque. Y, aunque por momentos parece uno más, se distancia de los que lo rodean. Él es Jack Kerouac. Los que están al lado no necesitan conocerlo. El resto del mundo sí.
Conejo en paz, John Updike. Otro autor al que persigo año a año y jamás me falla. Esta saga sobre Harry Angstrom es verdaderamente espectacular. La anteúltima parte (porque unos años más tarde, cuando parecía que la histora estaba cerrada, sacó una extensión del relato) es una de las más duras y pesimistas. El Conejo, como le dicen al personaje principal, está definitivamente cansado de la vida. No puede más. ¿Y qué quieren? La vida en esta sociedad estadounidense es mentirosa, previsible, estúpida, carente de inspiración y amor. La novela, la más larga de todas, cierra con maestría la historia de un personaje excepcional que, por alguna razón, genera empatía aún cuando es evidente que lo que hace está mal o es completamente inmoral. Te quiero hasta el fin del mundo, Conejo.
Kokoro, Natsume Soseki. Toda la literatura japonesa le debe a este autor casi toda la esencia. Es decir: Kawabata, Oé y Mishima son florecimientos de libros como Kokoro, que plantaron una semilla fundacional. Si Luz y oscuridad era la novela de los silencios y lo que no se decía, Kokoro es la historia de la acción, de los hechos, de las palabras, además de ser un relato con mucho más ritmo y menos denso. La historia atraviesa diferentes épocas y lugares a partir de la relación entre un joven que todavía no sabe del todo bien qué hacer con su vida y un hombre mayor que hace de sensei. La construcción de la novela, compleja, tiene varias partes y se genera con una delicadeza digna de una obra maestra. Imprescindible.
El tren marino, Gabriel Villalobos. A mediados del 2015 entré a una librería en Santiago de Chile y le pedí al librero que me recomendara a un autor contemporáneo de ese país. Después de sus quejidos por lo caro de los libros y porque ahí nadie leía nada, terminé con un libro excepcional. La novela es un misterio, una aventura, una conspiración. De pronto, los chicos de Chile empiezan a desaparecer y nadie sabe por qué. La historia tiene un nivel de descripción espeluznante y una forma de contar, a través de la oscuridad, que genera adicción por leer más y más.
Solaris, Stanislaw Lem. Un libro que queda impregnado para toda la vida. Porque no hay descripciones más perfectas, diálogos tan inolvidables y mundos tan detallados como los que escribe Lem. Sin ser un experto, no creo haber leído nada tan bueno en cuanto a la ciencia ficción. La historia lo tiene todo: conspiración, misterio, amor, acción. Las primeras páginas en las que el psicólogo Kris Kelvin entra a la plataforma para saber en qué situación está la tripulación son apabullantes. La descripción de ese mar rojo que tiene más vida de la normal, escalofriante. El nivel de detalle para contar la vida en el espacio o dentro de una nave espacial es digno de aplausos.
Maus, Art Spiegelman. Un clásico que está lejos de envejecer. Un libro que debería ser leído por todos, pero especialmente por los chicos que todavía no tienen demasiada información o conocimiento sobre el proceso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. En este relato, dibujado con una estética fina y cuidada, está todo. Desde los conflictos sociales, al sufrimiento de los judíos o la crueldad alemana. La historia se toma todo el tiempo del mundo para dejar un legado justo de lo inhumano que fue todo. Probablemente haya sido tan inhumano que los personajes no podían ser dibujados como personas sino como animales.
La herencia de la madre, Minae Mizumura. Escribe sobre un tema repetido, el de la familia miserable, pero desde una mirada sutil, original y tradicional a la vez. Mitsuki carga con la herencia de su mamá, una mujer que se dejó llevar por lo de afuera, que se cansó de pretender, que no supo ser real. A los 50, se encuentra con que su marido la engaña con una mujer más joven. Entiende que lo mejor de su vida lo dejó pasar. La prosa de Mizumura es sencilla, pero envuelve. Destila sentimientos de todo tipo. Para Mitsuki, la herencia de la madre será, al final, una oportunidad para volver a descubrirse. La sensación, después de leer el libro, es obvia: nada puede salir mal.
Behind the Beautiful Forevers, Katherine Boo. Se supone que es ficción, pero la realidad es que se trata de una crónica tremenda sobre una de las slums -villas- de Mumbai, India. Cruda, ágil, llena de acción y detalles sobre la cultura india. Ahí, en el medio de los basurales, de la locura, del calor, hay gente que sueña, tiene ilusiones y se imagina en otra vida. El retrato es justo: la sociedad india es corrupta, solidaria, unida. La autora les da nombres y caras a los personajes que suelen ser estereotipados de manera burda.
The Silent Season of a Hero, Gay Talese. Un libro de crónicas deportivas que recopila lo mejor de Gay Talese desde 1948 hasta 2006, es una verdadera delicia, una ola de inspiración, un tsunami de aire fresco. Se trata de un hombre que le dio varios nocauts al sistema del periodismo. En su carrera, nada importó más que sus historias. Lo único importante eran sus historias. “Necesito más tiempo”, fue su frase favorita. La usó siempre que pudo, aún cuando no era más que un redactor de algunos años que había escalado como ayudante en el New York Times. La ratificó a medida que su nombre se convertía en leyenda.
La cuarta mano, John Irving. Voy a aprovechar el título del libro para decir que, con una mano en el corazón, está lejos de ser lo mejor de este extraordinario autor (porque El mundo según Garp y Una mujer difícil son obras maestras, eh). De todas maneras, la novela que cuenta la vida de un periodista fracasado al que le come la mano un león mientras realizaba una nota que nadie quería hacer tiene el toque Irving. Enredos, sexo, descripciones bizarras, más sexo, vacíos, personajes frustrados y fracasados que buscan algo que casi nunca llega. Un libro sutil que no desentona pero tampoco se ganó un lugar en el panteón.
Menciones especiales: El Simarilion, Tolkien; Un hombre que duerme, Georges Perec; Hijos de la medianoche, Salman Rushdie y Fever Pitch, Nick Hornby.