UIC: la Universidad de indios y chinos que se aferra al sueño americano

Badhrinarayan levanta la cabeza y abre bien los ojos. Esboza una leve sonrisa. Mira hacia adelante, a la espera de un guiño que nunca llega. Por la puerta de uno de los centros deportivos de la Universidad de Illinois Chicago (UIC), una pareja de estadounidenses que carga un cochecito con un bebé de unos seis meses abandona el edificio sin mirarlo. “Bueno, puede pasar”, dice, y vuelve al libro del que estaba estudiando. No van a pasar más de dos minutos para que otra persona entra o salga del lugar. Badhrinarayan es constante: siempre va a levantar la cabeza, dispuesto a transmitir amabilidad y servicio.

Es indio, tiene 25 años y trabaja como recepcionista del centro de deportes en el que se entrenaron Colombia y Chile, previo a una de las semifinales de la Copa América 2016. Él mismo se ríe de los que no lo saludan. Él mismo desliza la forma en la que todos llaman al lugar en el que estudia ingeniería: “Las siglas de esta institución son UIC. Bueno: Universidad de indios y chinos. Si entras a una clase, vas a ver 60% de estudiantes chinos y 30% indios. El resto, estadounidenses”.

Está emocionado porque a pocos metros de esa recepción se está entrenando James Rodríguez. “Creo que sería un gran refuerzo para Manchester United, ¿no?”, dice. Badhrinarayan es de un país famoso por el cricket, y vive en Estados Unidos, donde todos aman el football, básquet y béisbol. Pero a él le gusta el fútbol. Y sabe mucho. Está actualizado día a día sobre el mercado de pases del equipo de Mourinho, conoce todos los nombres, todos los rumores, todos los sistemas de juegos. “Hay que esperar unos años más. Unos años más y el soccer va a ser bastante popular aquí”, analiza.

Qué sentido tenía estudiar ingeniería en India. Si casi el 80% de los hombres universitarios eligen esa carrera, según un informe publicado por Queen Elizabeth Prize for Engineering. Qué sentido tenía seguir viviendo en su país, si percibía que no quería seguir las tradiciones. No, no pretendía que sus padres le eligieran a su pareja. No, no quería pertenecer a una casta, por más que sea la más alta. No, no quería ser uno más del montón.

En Chicago, la ciudad en la que los latinos sacarán a relucir su orgullo el miércoles, cuando jueguen Colombia y Chile, Badhrinarayan se siente feliz porque, más allá de la pareja de blancos que lo ignoró frente a la recepción, “todos lo tratan bien”.

Hay una permanente mezcla de culturas. Gente que se expresa en inglés públicamente pero, cuando se sumergen en sus celulares para hablar con sus familiares, regresan a sus raíces para comunicarse en español, indio, serbio o chino.

El partido de esta ciudad está planteado bajo una armonía encantadora. Como si no hubiera un técnico o un presidente dispuesto a dejar a un jugador en el banco de suplentes. Todos pueden entrar al campo de juego y, desde ahí, ver qué tan bien pueden sobrevivir.

Badhrinarayan tiene su plan, como la mayoría de los extranjeros que viven en Estados Unidos. Después de atravesar varios exámenes, le otorgaron una visa para estudiar en la UIC. Luego, la propia institución le dio un trabajo. El tercer paso será pedir una extensión, probablemente cuando termine y decida especializarse.

Extraña Bangalore, su ciudad. Quiere mucho a su mamá y recuerda con cariño a su papá. Pero Estados Unidos le da oportunidades que no existen en otros lugares. Él mismo lo explica: “¡Mirame! Estoy trabajando en una buena universidad, en el lugar en el que estudio, y acá, a muy pocos metros míos, se entrena una de las mejores Selecciones del mundo. ¿Qué más puedo pedir?”.

(#Este artículo fue publicado en Goal.com)