Mis mejores lecturas del 2014

No encuentro una actividad tan placentera y frustrante como la lectura. Debe haber pocas sensaciones más hermosas que toparse con una obra maestra. Meterse en el mundo de ese libro, escaparse por un rato de la realidad y percibir verdadera felicidad. Pero los años generan insatisfacción en el lector más o menos experimentado. La queja es bastante básica: siempre quedan cuentas pendientes por exceso de trabajo o falta de tiempo.

Más allá del repetido enojo de que leí mucho menos de lo que hubiera querido, el 2014 fue un buen año. Cada vez que hago una compra más o menos grande establezco algunos parámetros que intento respetar siempre. Si la idea es comprar cinco libros, por ejemplo, lo ideal sería que por lo menos haya dos autores nuevos. Entonces, el mundo de la literatura se vuelve infinito, inabarcable. Y se siente bien.

Se formó una lista que tiene mucha literatura estadounidense y algo de autores argentinos. Algunos clásicos contemporáneos y otros escritores que sonaron fuerte en los últimos tiempos. Acá, un repaso por mis mejores lecturas del 2014,

El mundo según Garp, John Irving. En presencia de una verdadera obra maestra. Garp, el protagonista de esta novela, es uno de esos personajes que quedan impregnados. Irving es un escritor fino, obsesivo y detallista. Estadounidense, se animó a proclamar que Hemingway era “un fraude”. Según contó, no hay arte en pequeñas oraciones de cinco o seis palabras. “A mí me gustan las frases largas y los personajes complejos”, agregó. Pero la gran virtud de este escritor está en la claridad. Usa oraciones largas y los protagonistas de sus libros pueden vivir en mundos extraordinarios, pero es simple, claro y contundente. El relato de esta obra cuenta toda la vida de Garp, desde que era un nene súper protegido por su mamá enfermera hasta que se vuelve un escritor obsesivo que nunca llega a escribir lo que hubiera querido. Está toda la vida en El mundo según Garp.

En el camino, Jack Kerouac. ¡Qué merecido que esta novela goce la fama que tiene! Un libro que despierta el lado más salvaje y aventurero. Una historia que abraza a sus protagonistas, personajes jóvenes y talentosos que no encuentran un lugar en el mundo que parece convencido en darle la espalda a personas como Kerouac y sus amigos de la carretera. Entonces, recorren, viajan. Y pasan la vida en la ruta, entre alcohol, drogas y autos desconocidos que casi siempre funcionan como pequeños hoteles de mala muerte. Kerouac sabe darle ritmo y vida a un relato en el que no pasa demasiado. Su literatura se basa en la descripción mínima que, en algún punto, llegará a lo verdaderamente trascendente.

Rabbit Redux, John Updike. El Conejo Harry Angstrom se perdió. Y ya casi no le importa nada. Quiere experimentar, recuperar el tiempo que dejó pasar mientras intentó salvar un matrimonio que empezó mal y terminó peor. La segunda parte de la saga de este brillante escritor estadounidense da indicios de que se trata de una obra sin caídas. El ritmo, la tensión y la originalidad son evidentes, pero se hacen mucho más fuertes porque el personaje es un viejo conocido en Corre Conejo. Entonces, las raíces se hacen profundas. En realidad, el Conejo nunca pudo dejar de correr. Vive inmerso en una sociedad que no tolera. Comparte momentos con un hijo desequilibrado con el que no siempre conecta. Y prueba todo tipo de experiencias, en un samba que no parece tener fin. Updike es demasiado cruel por crear a este personaje. Brillante novela.

Vida de este chico, Tobias Wolff. Otro estadounidense que sabe cómo escribir. Tobias es un verdadero talento. Tiene sutileza en la prosa. Cada frase deja ganas de releerla por cómo está formada, prolija, pensada y atractiva. Esos ingredientes se mezclan a una vida vivida. La combinación es perfecta. Esta novela cuenta la infancia de Wolff, triste y solitaria. Hijo de una madre soltera, recorre pequeños pueblos de Estados Unidos con mucha pena y nada de gloria. Es rebelde porque de otra manera la vida lo llevaría puesto, no le queda otra opción. Un relato adictivo, sincero y sin prejuicios. Un personaje entrañable, fácil de reconocer pero, a la vez, único.

 

Una sombra ya pronto serás, Osvaldo Soriano. ¿Una especie de En el camino pero menemista? Es posible. El personaje de este brutal escritor argentino es un hombre sin nombre ni destino. Recorre las rutas argentinas casi como si fueran un laberinto en el que no hay salida. Él no tiene salida porque el país no ofrece nada. A su alrededor sólo hay personajes pretenciosos que hablan en italiano y buscan mostrarse superiores, estafadores o buscavidas. Soriano escribe divertido. No se trata sólo del estilo sino también de encontrar las voces justas y las descripciones perfectas. La sensación es que no hay que dejarse llevar por la ola de sarcasmo y ese intento de mostrarse algo desapegado. La novela es profunda, relata un momento de la Argentina complicado. El tiempo le da la justa medida al relato. La sonrisa permanente desaparece y comienzan las certezas. ¡Qué mal se vive cuando no hay esperanzas! ¡Qué terrible cuando no se ve luz al final de camino! ¡Qué terrible cuando no queda más que convertirse en sombra!

Bloody Miami, Tom Wolfe. No me queda claro si tiene magia en la prosa o si es un escritor nato. Lo que resulta evidente es que a Wolfe le sobran recursos y herramientas para que su obra sea distinta. Espectacular crónica-ficción sobre Miami, una ciudad abrazada por el calor, construida por inmigrantes -especialmente cubanos- y sujeta a cambios permanentes. El relato se burla un poco de las tradiciones cuando pone en primer plano a un policía de padres cubanos que le salva la vida a un hombre que pretendía ingresar a Estados Unidos a través de una jugada demasiado riesgosa. Claro, ni bien el oficial le salva la vida, la guardia costera lo toma y lo deporta. Entonces, llega el calvario para el joven que pensó que era un héroe pero al final no fue considerado más que un diablo para su familia y barrio. En el medio habrá algunas secuencias de policiales y descripciones extraordinarias de orgías de ricos en yates, locura y desenfreno. Ritmo vertiginoso, fiel a un periodista nato.

Libertad, Jonathan Franzen. Nada será igual después del 11-S. Queda muy claro en esta adictiva novela oceánica de Franzen, donde cada uno de los personajes tiene algún tipo de juego en la guerra, en busca de una libertad que casi nunca llega. Walter vive en una permanente contradicción. Es ecologista pero trabaja para una compañía minera. Está casado pero desea fervientemente a su compañera de trabajo. Su mujer, Patty, fue una deportista brillante durante su época de estudiante y hoy no es más que una mujer depresiva, carente de satisfacciones y objetivos. La tendencia del relato es que se vive mal. El contexto no ayuda en nada para ser un poco más felices. La libertad, entonces, casi nunca se alcanza.

Nadie nada nunca, Juan José Saer. Ninguno de los siete libros anteriores logra crear climas tan intensos y fuertes como este escritor argentino en su novela. Saer es meticuloso, paciente y prolijo. En la novela hay muchas preguntas sin responder, personajes que prefieren mantenerse en silencio y secretos no dados a conocer por el narrador. En el relato casi no hay quiebres. Pero, de todas maneras, se produce una especie de hipnosis. Será quizás por su particular forma de puntuación, insistente y constante, repleta de comas y puntos. O será, quizás, lo que el escritor lleva en la sangre: talento para describir.

Menciones especiales: The Fight, Norman Mailer; Los años de peregrinación del chico sin color, Haruki Murakami; Antigua luz, John Banville y Dirigentes, decencia y wines, Dante Panzeri.