El error de pasar por la vida sin prestarle verdadera atención a Star Wars

Miraba la versión en Blu Ray del episodio IV de Star Wars cuando no pude dejar de pensar dos cosas: 1) ¿Cómo puede ser que haya pasado 24 años de mi vida sin prestarle verdadera atención a esta saga? 2) ¿Cómo es posible que alguien haya sido capaz de crear algo así hace 30 años?

Sí, llegué tarde a la discusión. No parece haber nada novedoso para escribir sobre las seis películas de George Lucas. Y aunque quizás no lo haya, el objetivo de este post es el de intentar mantener vivo el debate, discutir una obra que marcó un antes y un después. Y, tal vez, algún lector desprevenido le preste atención a Star Wars como lo hice yo a los 24 años. Y después de verlas se le ocurran las mismas ideas: ¿cómo puede ser que haya vivido tanto tiempo sin disfrutar de esto?

La idea de escribir esto nace además de un cruce de opiniones con Joaquín Bilbao, autor de Nos vamos a Copacabana. No tuvimos que hablar demasiado para concluir que pensábamos diferente sobre la creación de George Lucas. ¿Y si cada uno escribiera sus sensaciones sobre las primeras tres que salieron, los episodios IV (Una nueva esperanza), V (El Imperio contraataca) y VI (El regreso del Jedi)? Manos a la obra.

Tenía 33 años, había terminado American Graffiti y estaba quebrado cuando a Lucas se le ocurrió hacer un film de “naves espaciales”. La idea se la rechazaron en Universal y en United Artist, pero fue aceptada por Fox. Cuando terminó el guión, se dio cuenta que el material daba para mucho más que una película y decidió hacer tres. Al final, fue mucho más que una de naves espaciales.

“Hace mucho tiempo atrás, en una galaxia muy, muy lejana”. Lo primero que entrega Star Wars es una incógnita. El espectador no sabrá nunca de qué tiempo ni lugar se habla. La saga fantasea con que los mundos que se muestran bien pueden existir en una parte del inmenso universo. Es una de las claves de Star Wars como película de ciencia ficción. El efecto de mirar esta trilogía comparado con Blade Runner, por ejemplo, es que la película de Ridley Scott nos dice que el año en donde transcurre la historia es el 2019. Y, creo, todos sabemos que en el 2019 no habrá máquinas que parezcan humanos o naves espaciales. Lo mismo con 2001 Odisea en el espacio, de Kubrick. El misterio del tiempo es uno de los ganchos y de la magia que propone. ¿Estarán todos los espectadores convencidos de que Chewbacca o los Ewoks no existen en algún lugar?

Donde no se aleja demasiado del estereotipo del género es en mostrar la relación de los hombres con las máquinas, las diferentes maneras de usar los avances tecnológicos y las formas en que también pueden ser perjudiciales. ¿Es posible que un aparato lleno de cables genere empatía? Sí, y quizás sea esa el valor agregado de Star Wars. R2-D2 y C3PO son dos de los grandes personajes. Aunque al comienzo de Una nueva esperanza son tratados como productos para comercializar, a medida que avanza la historia aumenta el afecto que los humanos sienten por ellos y, también, su importancia en el desarrollo del film.

Hay valores dentro del complejo mapa de monstruos, planetas y situaciones que hacen fuerte el valor sentimental. La amistad entre Han Solo (Harrison Ford) y Luke Skywalker (Mark Hamill) emociona por lo fuerte. Es una relación puramente empática en la que Solo deja de lado su parte egoísta e individualista sólo por quien aprecia como nadie. Sólo parece ver en Luke todas las virtudes que él no tiene y quizás por eso lo defienda tanto. Pero también aparecen el amor entre la princesa Leia y Han, el compañerismo, la solidaridad, la unión de los diferentes grupos por un bien en común.

Parece un error pensar que Star Wars se trata de una película de cowboys en la que, en vez de caballos hay naves espaciales y en vez de pistolas hay sables de luz. El escenario es mucho más complejo. El relato muestra 21 razas y 100 planetas, mundos que llaman la atención por sus formas y colores, que rompen con los paradigmas de la costumbre. Que sacuden (la grandeza y ambición del mundo Star Wars sólo puede ser comparado por El señor de los anillos).

El contexto político no se esquiva. ¿Hay algo más genial que el bando del Imperio sea representado por los malos y el de los rebeldes por los buenos (en lo que en ese momento era un claro trasfondo a la guerra de Vietnam)?

No habrá ningún villano mejor construido que Darth Vader. Se trata, sin dudas, del mejor villano de la historia del cine (¿El Guasón? ¿Hannibal Lecter? ¿Anton Chigurh, de Sin lugar para los débiles? No). Es uno de los villanos más leales de la historia. Por eso no mata a la princesa Leia cuando tiene la oportunidad. Darth Vader (con una increíble voz de James Earl Jones) tiene un pasado detrás que lo condena como villano. Es un pasado que, en estar primeras tres partes, no se termina de tocar. El misterio retumba en el espectador. ¿Este villano tiene una parte buena? ¿Es capaz de pasarse a los buenos? Llama la atención también la dicotomía que existe entre la parte diplomática (siempre respetará que tiene un superior más poderoso, como el Emperador Palpatine) como la crudeza que parece innata (mata a los compañeros de La Estrella de la Muerte por negligencia).

Hay, por supuesto, dos grandes virtudes que hacen a las tres primeras películas diferentes al resto: los efectos especiales y la música. Fue John Dykstra el hombre encargado de hacer creíble cada vez que una nave viajaba a la velocidad de la luz o se mostraban escenas panorámicas de diferentes planetas. Con una cámara sobre una grúa, que podía girar en cualquier dirección, filmó las maquetas desde todos los ángulos y se movió dentro de las pequeñas construcciones para romper con el estatismo. Revolucionó la historia de los efectos especiales con la cámara en movimiento.

El maestro que creó la música fue John Williams que, con la Orquesta Sinfónica de Londres, fue capaz de concebir ritmos y compases según el desarrollo y las diferentes etapas temáticas de la película (cuando comenzaba el film y bajaban las letras de introducción, cada vez aparecía Darth Vader, para cambiar las secuencias con diferentes fundidos). El esquema y estilo de crear la música a partir de los sucesos de la película fue utilizado por varios más, pero el único que llegó a estar a su altura fue Howard Shore en El señor de los Anillos.

¿Un guión algo vago? ¿Alguna falla en las actuaciones? Puede ser. Lo único certero parece ser que la Fuerza de todas estas grandes virtudes de Star Wars es más fuerte que cualquier otra objeción.

La otra campana, por Joaquín Bilbao: “No creo en Star Wars”.