Breaking Bad: la desesperación de vivir como si fuera el último día

La barrera de la muerte se presentó ante Walter White a unos 500 metros de distancia. Él, mediocre profesor de química de una escuela secundaria, maneja un auto sucio, sin color, lento y aburrido. Cuando vio la barrera, manejó unos cien metros hacia esa dirección, algo confundido. Pero cuando había completado una quinta parte del trayecto, dio un giro brusco. Metió un volantazo feroz. Sintió que no quería morir pero, principalmente, que tenía que recuperar el tiempo perdido, cambiar las cosas que había hecho mal. Llevó el auto hacia la dirección opuesta, lejos de la barrera. Aunque manejó varios kilómetros hacia el otro lado, sintió la atracción incesante de la barrera de la muerte. Y cada minuto se convirtió en una nueva desesperación; la de vivir como si cada día fuera el último.

La secuencia nunca existió en Breaking Bad pero quizás pueda representar de manera correcta parte de lo que vive el personaje principal, Walter White, a lo largo de las cuatro temporadas y 62 capítulos que se transmitieron desde el 2008 hasta acá. La serie, creada por Vince Gilligan, tendrá su quinta parte con 16 capítulos garantizados en la segunda parte del año. Bien merecido lo tiene.

Cuando a Walter White le diagnosticaron cáncer de pulmón, no pensó demasiado en lo que iba a venir, si no en lo que pasó. Se dio cuenta que buena parte de su vida no había sido plena, que no se sentía feliz. Se dio cuenta que tenía que cambiar. El volantazo de Walter White (genialmente interpretado por Bryan Cranston) fue el de pasar de ser un profesor del secundario de química al mejor cocinero de metanfetaminas del mundo. Lo que hizo fue, simplemente, aplicar todos los conceptos teóricos a la creación de la droga más pura de la historia. Aunque al principio lo hizo como una necesidad (pagar su tratamiento contra el cáncer y dejar algo de dinero para su familia en caso de que muriera), luego lo siguió casi como una adicción. ¿A la droga? No. Al poder. Al dinero. A la adrenalina. A la necesidad de sentirse importante.

Parece cada vez más evidente que, para crear una gran serie, hay que generar buenos personajes. La historia debe ser fuerte, es verdad, pero la fórmula del éxito es la empatía que sienta el espectador hacia los personajes Así como será difícil olvidar al Robin Hood del narcotráfico, Omar Little, de The Wire, o al mafioso que no paraba de comer cannolis, Tony Soprano, o al entrañable trombonista de Nueva Orleans, Antoine Batiste, de Treme, Jesse Pinkman ocupará un lugar en la memoria de cualquiera que se acerque a Breaking Bad. Se trata de un ex alumno del profesor White, un joven inestable que lo ayuda a meterse en el mundo de las drogas y con quien tendrá una relación más que compleja a lo largo de las temporadas. Lo mejor y más divertido de todo es que el espectador no sabrá, como también pasa con Walter, si hay que amarlo u odiarlo. Por momentos genera los mismos sentimientos a la vez.

Ante el panorama de Walter y Jesse como creadores de metanfetaminas se mueve el mundo de la serie. Walter le esconderá todo lo que pueda a su mujer, la valiente y siempre centrada Skyler (para destacar la interpretación, como la de casi todos, de Anna Gunn), y su hijo, el confundido adolescente Walter Jr. También a Hank, el cuñado policía que trabaja en la DEA. Los gramos con los que empezaron trabajando se convierten, a medida que avanzan las temporadas, en kilos. La situación los sobrepasa en todo momento. También su estatura dentro de la historia: tanto Walter como Jesse (Aaron Paul) pasan de ser dos perdedores a una especie de superhéroes amorales.

La serie cuenta con algunos recursos de filmación que llaman la atención. Cámaras que filman desde direcciones y sentidos poco comunes (se ve, entre otras cosas, cómo un chorro de café ingresa en una taza), que muchas veces generan un efecto cool y otras confunden.

Breaking Bad relata el modo de vida estadounidense en el sur, justo al borde de la frontera con México. La mezcla de razas, costumbres e idiomas. Denuncia, por ejemplo, el inservible sistema de salud, en el que sólo hay cuidado para los ricos y los que no lo son deben prepararse para morir o dedicarse a vender e hipotecar todos los bienes que tengan para sobrevivir. Los movimientos del cartel mexicano  y la cercanía de la frontera son parte de la vida cotidiana de los ciudadanos. La inmigración ilegal, el contrabando y los enormes terrenos de tierra seca están a la orden del día.

Por momentos, la serie parece debatirse entre el desarrollo profundo de los personajes y sus formas de entender la vida y la frivolidad del mero caso policial o la secuencia de suspenso (cuestión que a veces hace perder el foco). Aunque no está a la altura de otras grandes series, Breaking Bad cumple con el objetivo principal de entretener. Genera una intensa adicción por conocer qué pasará, casi la misma que los personajes que consumen la “bomba azul” que cocina el gran Walter White con su fiel colaborador Jesse Pinkman.